Nuestro Pastor se ha alzado de la tumba,
ha empuñado el cayado y se adelanta,
y va por el sendero de la vida,
un rebaño escogido lo acompaña.
No puede el lobo herir de eterna muerte
si el Pastor nos defiende con su vara;
el rebaño, seguro y obediente,
al lado del Pastor tranquilo avanza.
El rayo y la tormenta se disipan
por el sol que alumbró la clara Pascua;
ya no habrá noche ni temor maligno,
sigue el rebaño y canta su alabanza.
El Pastor nos conoce, somos suyos,
por el cuerpo y el alma nos traspasa;
y es su mirada espejo de su Padre,
la verdad y la paz, gozosa calma.
Y a su Pastor conocen las ovejas,
los suaves silbos, las secretas hablas;
igual que el Padre al Hijo bienamado,
el rebaño al Pastor le mira y ama.
¡Oh buen Pastor y guía de la Iglesia,
revestido de luz por la mañana,
bendito tú que muerto por tu grey
hoy te gozas al verla rescatada! Amén ■
Rufino María Gránde (letra) –
Fidel Aizpurúa (música), capuchinos.