Que el hombre se abandone simplemente, nada pida, exija nada. Se contente
con tener en Dios su pensamiento, su amor. Arroja, pues, todas tus cosas en
este Dios desconocido, también tus defectos y pecados, y todo cuanto puedas
proyectar con tus acciones. Ponlo todo en Él con gran fervor. En la oscura,
desconocida voluntad de tu Señor. Fuera de aquí, un tal hombre no debe jamás
perseguir nada, ni querer de algún modo reposar o actividad, ni esto ni
aquello, ni tal estado ni el otro. Sólo abandonarse simplemente en la
desconocida voluntad de Dios ■ Juan
Tauler