A
pesar de ese vacío de angustia, de pesar, de pena, de desengaño, de dolor,
¡quédate! Si es necesario arrójate sobre el suelo, déjate caer... Cuando tengas
conciencia más serena de encontrarte ahí abajo, mira abriendo apenas los ojos.
No, no dejes que nada te invada demasiado a través de ellos... Pero
entreábrelos. Estoy seguro que si eres conciente de tu silencio, de tu nada, de
tu caída, descubrirás al Señor aún más bajo, muy por debajo de ti. Él te dirá:
-te estaba aguardando. Desde hace mucho tiempo estoy aquí. Y tú no sabrás muy
bien qué decir. Sin duda conservarás contigo el pesar y las penas, pero habrás
comprobado que más hondo hay caminos que no existen allá arriba en el plano de
las estupidez establecida ■ Ermitaño Urbano.