A propósito de la fiesta litúrgica de la Virgen de los Dolores (un día
después de la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz) podemos rastrear el
origen de esta costumbre a comienzos del siglo XIII, cuando en Florencia,
Italia, se funda la orden de los Frailes Siervos de María y Hermanos Servitas. Más
tarde, el Papa Benedicto XIII estableció de manera oficial la remembranza y
culto de los sufrimientos de la madre de Jesús bajo el nombre de Señora de los
Siete Dolores. La devoción mariana se enfocó en diversas advocaciones, entre
ellas, Nuestra Señora de la Soledad, de las Angustias, de la Piedad, la Dolorosa,
Virgen de los Dolores, de la Esperanza y María de la Caridad. Los altares de
dolores representan la Pasión y Muerte de Cristo, así como los siete dolores
vividos por la Virgen María desde el nacimiento hasta el deceso de su hijo: La
profecía de Simeón, La huida a Egipto, La pérdida de Jesús en el templo por
tres días, Cristo con la cruz a cuestas, La Crucifixión, El Descendimiento y El
Entierro ■