
Los orígenes del canto gregoriano -a propósito de la fiesta litúrgica de San Gregorio Magno- deben situarse en la práctica musical de
la sinagoga judía y en el canto de las primeras comunidades cristianas. La
denominación canto gregoriano procede
de atribuírsele su recopilación al Papa Gregorio Magno, siendo una evolución
del canto romano confrontado al canto galicano. El canto gregoriano en realidad
no fue compuesto ni siquiera recopilado por el Papa Gregorio I Magno. Fue a
partir del siglo IX que empezó a asociarse su nombre a este compendio musical,
sobre todo a partir de la biografía de Juan el Diácono. Desde su nacimiento, la
música cristiana fue una oración cantada, que debía realizarse no de manera
puramente material, sino con devoción o, como decía Pablo de Tarso: Cantando a Dios en vuestro corazón. El
texto era pues la razón de ser del canto gregoriano. En realidad el canto del
texto se basa en el principio, según San Agustín, «El que canta bien, ora dos veces». El canto gregoriano jamás podrá
entenderse sin el texto, el cual tiene prelación sobre la melodía y es el que
le da sentido a ésta. Por lo tanto, al interpretarlo, los cantores deben haber
entendido muy bien el sentido del texto. Del canto gregoriano es de donde
proceden los modos gregorianos, que dan base a la música de Occidente. De ellos
vienen los modos mayores y menores, y otros menos conocidos ■