Señor, tú me llamaste
para ser instrumento de tu gracia,
para anunciar la Buena Nueva,
para sanar las almas.
Instrumento de paz y justicia,
pregonero de todas tus palabras,
agua para calmar la sed hiriente,
mano que bendice y que ama.
Señor, tú me llamaste
para curar los corazones heridos,
para gritar, en medio de las plazas,
que el Amor está vivo,
para sacar del sueño a los que duermen
y liberar al cautivo.
Soy cera blanda entre tus dedos,
haz lo que quieras conmigo
■ De la Liturgia de las Horas