
Aunque Madre del Señor, aspiraba, sin embargo, a aprender los preceptos del Señor; Ella, que había dado a luz a Dios, deseaba, sin embargo, conocer a Dios.
Es el modelo de la virginidad. La vida de María debe ser, en efecto, un ejemplo para todos. Si amamos al autor, apreciamos también la obra; y que todas las que aspiran a sus privilegios imiten su ejemplo. ¡Qué de virtudes resplandecen en una sola Virgen! Asilo de la pureza, estandarte de la fe, modelo de la devoción, doncella en la casa, ayuda del sacerdocio, Madre en el templo.
A cuántas vírgenes irá a buscar para tomarlas en sus brazos y conducirlas al Señor, diciendo: «He aquí la que ha custodiado mí Hijo, la que ha guardado una pureza inmaculada.» Y del mismo modo el Señor las confiará al Padre, repitiendo las palabras que amaba: «Padre santo, he aquí las que Yo te he guardado. Pero ya que no han vencido por sí mismas, no deben salvarse solas, puedan rescatar, la una a sus padres, la otra a sus hermanos. Padre justo, el mundo no me ha conocido, pero ellas me han conocido, y ellas no han querido conocer el mundo.»
¡Qué cortejo, cuántos aplausos de alegría entre los ángeles! Ella ha merecido habitar en el cielo, la que ha vivido en el mundo una vida celeste. Entonces, María, tomando el tamboril, conducirá a los corazones de las vírgenes, que cantarán al Señor y darán gracias por haber atravesado el mar del mundo sin zozobrar en sus remolinos. Entonces todas saltarán de alegría y dirán: «Entraré en el altar de mi Dios, del Dios que es la alegría de mi juventud. Yo inmolo a Dios un sacrificio de alabanza, y ofrezco mis dones al Altísimo.»
Y yo no dudo que delante de vosotras se abrirán plenamente los altares de Dios. Respecto a vosotras, yo me atrevería a decir que vuestras almas son altares donde cada día, para la redención del Cuerpo místico, Cristo es inmolado. Pues si el cuerpo de la Virgen es el templo de Dios, ¿qué decir del alma, puesta al descubierto por la mano del Sacerdote eterno, que retira las cenizas del cuerpo y deja de manifiesto el fuego divino? Bienaventuradas vírgenes, perfumadas por el perfume inmortal de la gracia, como los jardines por las flores, los templos por el culto divino, y los altares por el sacerdote ■
[1] Tomado de De Virginibus, escrito por San Ambrosio alrededor del 377 y dedicado a su hermana Marcelina, religiosa en Roma. Administrador y político en 374 y a pesar de que no era más que catecúmeno, Ambrosio fue elevado del gobierno civil de Milán a la sede episcopal. Ambrosio –contemplativo y agudo psicólogo-. se introdujo en la escuela de los Padres griegos para iniciarse en la doctrina cristiana. Tiene acentos profundos y muy dulces y altas miras místicas, muy originales entre los occidentales de su tiempo. Los fragmentos que forman éste texto señalan dos caminos por los que el alma cristiana progresa en el conocimiento de María: la experiencia de la vida cristiana, y la meditación realista del Evangelio. El autor muestra cómo la vida -en este texto la práctica de la virginidad- da una visión de las realidades espirituales, gracias a lo cual se percibe lo que representan algunas frases del Evangelio. Hace un un hermoso retrato moral de María y se comienza a penetrar en su interior.
Ilustración: Juan Tinoco, Virgen Inmaculada, Óleo sobre tela, 87 X 66 cms, Finales del Siglo XVII.
No hay comentarios:
Publicar un comentario