Casi al final del tiempo Pascual comienza el mes de mayo,
tradicionalmente dedicado a la Santísima Virgen María.
Bajo su amparo preparemos la venida del Espíritu Santo,
parmaneciendo en oración con los hermanos ■

Miguel Cabrera (1695-1768)
Virgen del Apocalipsis (1765)
Oleo / tela42.5 x 33 cm

Solemnidad de La Ascencion del Señor

Con frecuencia el cristiano se queja de la soledad. O es la mujer que ha quedado viuda, o el anciano que tiene que ir a vivir a una casa de descanso, o el estudiante que llega a una nueva ciudad y no conoce a nadie o la madre de ésos hijos que han ido a la universidad. No sé estar solo, suele decirse con facilidad[1].

La mañana de la Ascensión, en aquel monte en Galilea, los apóstoles también se quedaron solos, aparentemente el Maestro se iba, y había una gran tarea que llevar a cabo. Ciertamente Jesús había dicho –y ellos creían firmemente en Su palabra- que estaría con ellos hasta el fin del mundo[2], pero la realidad era que ya no lo veían con los ojos del cuerpo; y cierta sensación de soledad y desamparo empezaba a invadirles el alma.

Igual que aquella sensación de los apóstoles no era realmente verdadera, la aparente soledad con la que nos topamos los cristianos en nuestra vida no es mala, ni destructiva, ni mucho menos triste, y esto por la simple y sencilla razón de que Jesús nunca se fue del todo.

La verdad es que Cristo se quedó verdadera y realmente con nosotros hasta la consumación de los siglos. Así lo había prometido, así lo cumplió. Esto no es sólo una frase, en la realidad, si no estuviera realmente presente….nada tendríamos qué hacer hoy aquí[3].

La conclusión de todo esto es simple y fácil de comprender: no tiene mucho sentido lamentarse de estar solo o de vivir en soledad, cuando Jesucristo está junto a nosotros todo el tiempo. Y en el caso de vivir solo, de no tener una familia al lado, o un grupo de amigos… los cristianos podemos y debemos convertir la soledad en una fecunda soledad, el encuentro diario y personal con Jesús en el silencio de nuestro corazón.

Ésa soledad –el aislarnos por unos minutos del mundo, de las cosas creadas, de las relaciones interpersonales- para encontrarnos con nuestro Creador debe ser real y profunda y constante. Ésa es la soledad que nos hace fecundos y útiles y a Dios y a los demás.

El próximo Domingo celebraremos la alegre fiesta de Pentecostés; estos días son, por tanto, para invocar muchas veces al Espíritu de Dios:

Ven Espíritu creador;
visita las almas de tus fieles.
Llena de la divina gracia los corazones
que Tú mismo has creado.

Enciende con tu luz nuestros sentidos,
infunde tu amor en nuestros corazones
y con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra frágil carne
[4].

Para pedir que venga sobre el Papa, los obispos, los sacerdotes, las personas consagradas. Sobre cada uno de los laicos. Sobre todos los que formamos la Iglesia. que no sentamos nunca la soledad, o mejor dicho, que la única soledad que experimentemos sea la del encuentro diario con Jesucristo Sacramentado.

[1] La Arquidiócesis de San Antonio se une a la mayor parte de las diócesis norteamericanas para celebrar en el domingo correspondiente al VII de Pascua, la Solemnidad de la Asunción del Señor.
[2] Mt 28, 20.
[3] Cfr 1 Co 15, 14.
[4] El Veni Creator Spiritus es un texto que invoca la presencia del Espíritu Santo. Fue escrito y es rezado o cantado en latín. Se utiliza en la liturgia católica al comienzo de solemnes actos académicos en las universidades. Esto es un vestigio del origen eclesiástico de la institución. El texto procede del siglo IX y se suele atribuir a Rábano Mauro. Ha sido musicado para el canto gregoriano.



¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, oscuro,
en soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?

Los antes bienhadados
y los ahora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dónde volverán ya sus sentidos?

¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura
que no les sea enojos?
Quién gustó tu dulzura.
¿Qué no tendrá por llanto y amargura?

Y a este mar turbado
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al fiero viento, airado,
estando tú encubierto?
¿Qué norte guiará la nave al puerto?

Ay, nube envidiosa
aún de este breve gozo, ¿qué te quejas?
¿Dónde vas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas! Amén

Fray Luis de León.


Ilustración:

Guariento d' Arpo, Ascención de Cristo, (c. 1344)

Panel, 28 x 21 cm

Collezione Vittorio Cini (Venezia)

Solemnity of The Ascencion of the Lord

Today is Ascension Sunday, and is a kind of wake up call. St. Paul says we should lift our eyes from the worries and anxieties of this life to see Jesus seated at the right hand of the Father. Being at the right hand means authority. We have a choice: to accept his rule or reject it. People today, including many Catholics, have been lulled into the belief that we will be saved by being sincere and benevolent. Those who visited Stalin in the 30's and 40's came away impressed by what a kindly, fatherly figure he was[1].

What really matters is whether you allow Jesus to plant his flag in your heart. That alone will save you. Do not be afraid. He accepts even the tiniest act of surrender. However, in the long run he wants his rule to extend to every aspect of our lives. Once we accept Jesus, we cannot pick and choose which of his commandments we will follow.

As everybody knows, we live in such a shopper society we can treat our faith as one more item on the shopping list. This is called Cafeteria Catholicism, the desire to control whatever is placed on my plate. "Yes, I accept Jesus' teaching--and he should be darn grateful to me for doing so. But I also want a little bit of this..." Maybe we say things like, "I worked hard for my money. I can spend it however I want." Or "I can do what I want with my own body." Or "The Church should keep out of people's bedrooms."

I would like to say a word about that last slogan, Cafeteria Catholicism. When I hear people say the Church should stay out of their bedroom, I want to say this, "Jesus does belong there." You invited him on the day you got married. What happens there is his concern. He wants to rule over every aspect of our lives.

Once when I made a retreat, I learned this way of making an examination of conscience. At the end of the day ask, what things did Jesus and I do together? What things did I do on my own? When I called that person who needed to hear from me, Jesus was acting right with me--or thru me. But then later, I just brushed someone off. Face it; I was acting on my own. Our life is that kind of struggle to allow Jesus to take more and more authority, to extend his rule further in our hearts.

San Francis of Sales wrote a beautiful prayer that could be helpful for our soul today: If only I possessed the grace, good Jesus, to be totally at one with you! Amidst all the variety of worldly things around me, Lord, the only thing I crave is unity with you. You are all my soul needs. Unite, dear friend of my heart, this unique little soul of mine to your perfect goodness. You are all mine; when shall I be yours? Lord Jesus, my beloved, be the magnet of my heart; clasp, press, unite me for ever to your sacred heart. You have made me for yourself; make me one with you. Absorb this tiny drop of life into the ocean of goodness whence it came[2]

[1] Readings: Acts 1:1-11; Eph. 1:17-23; Mt. 28:16-20.
[2] Saint Francis de Sales (in French, St François de Sales) (21 August 1567 – 28 December 1622) was bishop of Geneva, Switzerland and a Roman Catholic saint. He worked to convert Protestants back to Catholicism, was an accomplished preacher. He is known also for his writings on the topic of spiritual direction and spiritual formation (including Introduction to the Devout Life), and other religious subjects. De Sales was beatified by Pope Alexander VII in 1661 and canonized by the same pontiff in 1665. He was declared a Doctor of the Church by Blessed Pius IX in 1877.[1]

Ilustration: Garofalo, Ascension of Christ (1510-20), Oil on panel, 314 x 204,5, Galleria Nazionale d'Arte Antica (Rome). This panel, which comes from a nave chapel (fifth to the left) in the church of Santa Maria in Vado in Ferrara, was removed to Rome after the devolution of the Duchy of Ferrara to the domains of the papacy in 1598. In the same group of paintings transported from Ferrara to Rome were the Deposition by Ortolano, now in the Galleria Borghese, and the altarpiece with the Madonna, St Anthony the Abbot and St Cecilia, now in the National Gallery at Palazzo Barberini. By 1612, the work had already been replaced by a copy commissioned to fill its place in the chapel. The original later entered into the celebrated collection of Cardinal Flavio Chigi. Vasari, who describes Garofolo's Ascension in his writings, considered it to be a fundamental work of this Ferrarese painter, who was closely connected to the church for which the painting was intended. Raphaelesque influences are evident here, especially when one compares Garofolo's work to Raphael's Transfiguration. Strong similarities exist between this work and other paintings by Garofalo dating to 1519-20, such as the 1520 Resurrection in the Archpretal church of Bondeno, and the 1519 Massacre of the Innocents ■
A veces es un reto encontrar una razón para lo que aparece solamente como una dificultad que superar o un dolor que afrontar. No obstante, la fe nos ayuda a ampliar el horizonte más allá de nosotros mismos para ver la vida como Dios la ve. El amor incondicional de Dios, que alcanza a todo ser humano, otorga un significado y finalidad a cada vida humana. Por su Cruz, Jesús nos introduce realmente en su amor salvador y así nos muestra la dirección, el camino de la esperanza que nos transfigura, de modo que nosotros mismos lleguemos a ser para los demás transmisores de esperanza y amor ■ Benedicto XVI en su encuentro con jóvenes minusválidos en el Seminario de San José (New York)
La palabra de Dios nos recuerda que, en la fe, vemos los cielos abiertos y la gracia del Espíritu Santo que ilumina a la Iglesia y que lleva una esperanza segura a nuestro mundo. Señor, Dios mío, canta el salmista, envías tu aliento y los creas, y repueblas la faz de la tierra. Estas palabras evocan la primera creación, cuando el Aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas. Y ellas impulsan nuestra mirada hacia la nueva creación, hacia Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles e instauró la Iglesia como primicia de la humanidad redimida. Estas palabras nos invitan a una fe cada vez más profunda en la potencia infinita de Dios, que transforma toda situación humana, crea vida desde la muerte e ilumina también la noche más oscura. Y nos hacen pensar en otra bellísima frase de san Ireneo: Donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios; donde está el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda gracia ■ Benedicto XVI, Homilía en St. Patrick's Cathedral (New York)


A propósito del buen humor del Santo Padre, de ése no tomarse tan demasiado en serio a uno mismo que decía en aquella entrevista, Lidia del Posto, una de las mejores chefs de New York (www.delposto.com) fue la elegida para cocinar durante la visita de Benedicto XVI a ésa ciudad. Con una gran dosis de buenhumor, reinventó éstos simpátiquísimos benedict eggs que, desde luego, le arrancaron una sonrisa al Papa ■

Impresionante. Esta es quizá la primera palabra que viene a la cabeza a pocos días de haber concluido la visita del Papa a los Estados Unidos[1]. Impresionante la sencillez con la que Benedicto XVI se encontró con cada uno de los norteamericanos y demás habitantes de éste país a quienes ha brindado, con toda calma y en todo momento, el calor de su sonrisa[2].

A lo largo de aquellos días vimos a un Pontífice radiante, sonriente; a un Papa con unos simpáticos zapatos rojos que constantemente levantaba las manos para bendecir, como si quisiera abrazar a todos; a cada uno.

Antes de encontrarse con los obispos norteamericanos en la cripta del Santuario de la Inmaculada Concepción, en Washington, lo vimos arrodillado ante el sagrario, en una serena conversación con Jesucristo Eucaristía
[3].

Vimos también un Papa –como bien señalaba Fr. David Toups- a un hombre que más que Jefe de estado –que lo es- vino a éste país representando a Jesucristo Buen Pastor. Un pastor tranquilo, un pastor sereno; pero también un pastor inteligente y decidido a curar a las ovejas heridas.

Después de rezar las Vísperas es una liturgia especialmente cuidada y bonita, el Papa se dirigió a los obispos norteamericanos con un tono de voz profundamente pastoral y fraterno:

«Si bien es verdad que este País está marcado por un auténtico espíritu religioso, la sutil influencia del laicismo puede indicar sin embargo el modo en el que las personas permiten que la fe influya en sus propios comportamientos (…) ¿Es acaso coherente profesar nuestra fe el domingo en el templo y luego, durante la semana, dedicarse a negocios o promover intervenciones médicas contrarias a esta fe? ¿Es quizás coherente para católicos practicantes ignorar o explotar a los pobres y marginados, promover comportamientos sexuales contrarios a la enseñanza moral católica, o adoptar posiciones que contradicen el derecho a la vida de cada ser humano desde su concepción hasta su muerte natural? Es necesario resistir a toda tendencia que considere la religión como un hecho privado. Sólo cuando la fe impregna cada aspecto de la vida, los cristianos se abren verdaderamente a la fuerza transformadora del Evangelio.

»Para una sociedad rica, un nuevo obstáculo para un encuentro con el Dios vivo está en la sutil influencia del materialismo, que por desgracia puede centrar muy fácilmente la atención sobre el "cien veces más" prometido por Dios en esta vida, a cambio de la vida eterna que promete para el futuro. Las personas necesitan hoy ser llamadas de nuevo al objetivo último de su existencia. Necesitan reconocer que en su interior hay una profunda sed de Dios. Necesitan tener la oportunidad de enriquecerse del pozo de su amor infinito.

»Es fácil ser atraídas por las posibilidades casi ilimitadas que la ciencia y la técnica nos ofrecen; es fácil cometer el error de creer que se puede conseguir con nuestros propios esfuerzos saciar las necesidades más profundas. Ésta es una ilusión. Sin Dios, el cual nos da lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar[4], nuestras vidas están realmente vacías. Las personas necesitan ser llamadas continuamente a cultivar una relación con Cristo, que ha venido para que tuviéramos la vida en abundancia»[5].

En su homilía durante la misa celebrada en el National Stadium en Washington, D.C. el Jueves, llegó sin duda al corazón del pueblo norteamericano, un pueblo que ha sido especialmente herido en su sensibilidad con el tema del abuso de menores por parte del clero:

«En el contexto de esta esperanza nacida del amor y de la fidelidad de Dios reconozco el dolor que ha sufrido la Iglesia en América como consecuencia del abuso sexual de menores. Ninguna palabra mía podría describir el dolor y el daño producido por dicho abuso. Es importante que se preste una cordial atención pastoral a los que han sufrido. Tampoco puedo expresar adecuadamente el daño que se ha hecho dentro de la comunidad de la Iglesia. Ya se han hecho grandes esfuerzos para afrontar de manera honesta y justa esta trágica situación y para asegurar que los niños –a los que nuestro Señor ama entrañablemente[6], y que son nuestro tesoro más grande– puedan crecer en un ambiente seguro. Estos esfuerzos para proteger a los niños han de continuar. Ayer hablé de esto con vuestros Obispos. Hoy animo a cada uno de ustedes a hacer cuanto les sea posible para promover la recuperación y la reconciliación, y para ayudar a los que han sido dañados. Les pido también que estimen a sus sacerdotes y los reafirmen en el excelente trabajo que hacen. Y, sobre todo, oren para que el Espíritu Santo derrame sus dones sobre la Iglesia, los dones que llevan a la conversión, al perdón y el crecimiento en la santidad[7].

Y es que no estamos ante una crisis creada por los medios contra la Iglesia. Y el Papa lo sabe. Es cierto que los medios han aireado la cuestión, sin embargo es error serio no darse cuenta de que ésta es una crisis que se ha creado dentro de la Iglesia y solo la Iglesia puede solucionar y de hecho solucionará. En realidad no es una crisis de celibato, sino de hombres que fallaron a sus promesas, que fallan, y siguieron allí, como si nada estuviese pasando. La crisis tiene tres partes. Por una parte está la crisis del abuso sexual por parte del clero. Luego está la crisis de la falta de liderazgo episcopal. Y, en el fondo de todo, está la crisis de ser cristianos, cristianos santos. Los sacerdotes que abusan sexualmente y los obispos tímidos y débiles son, primera y principalmente, discípulos cristianos que no deberían estar donde están: en las trincheras. Se hace por tanto urgente una reforma que pasa por la idoneidad en los candidatos, en el modo de hacer proselitismo y suscitar las vocaciones –lejos del número por el número- en la reforma de los seminarios, en el modo en que se eligen los obispos, en el ejercicio de la tarea episcopal, y lejos también de funcionariados, de ser gestores, de hacer política…En esta crisis a nadie se nos permite ser mediocre. Son tiempos de respuestas. La mejor respuesta para la crisis de infidelidad que estamos pasando es la fidelidad. Y la fidelidad pasa, no pocas veces, por estar donde uno debe de estar, actuando en conciencia, cara a Dios y a la Iglesia.

El encuentro del Papa con las Naciones Unidas en Nueva York tuvo un objetivo muy claro y muy sencillo de comprender:

«Mi presencia en esta Asamblea es una muestra de estima por las Naciones Unidas y es considerada como expresión de la esperanza en que la Organización sirva cada vez más como signo de unidad entre los Estados y como instrumento al servicio de toda la familia humana. Manifiesta también la voluntad de la Iglesia Católica de ofrecer su propia aportación a la construcción de relaciones internacionales en un modo en que se permita a cada persona y a cada pueblo percibir que son un elemento capaz de marcar la diferencia. Además, la Iglesia trabaja para obtener dichos objetivos a través de la actividad internacional de la Santa Sede, de manera coherente con la propia contribución en la esfera ética y moral y con la libre actividad de los propios fieles. Ciertamente, la Santa Sede ha tenido siempre un puesto en las asambleas de las Naciones, manifestando así el propio carácter específico en cuanto sujeto en el ámbito internacional. Como han confirmado recientemente las Naciones Unidas, la Santa Sede ofrece así su propia contribución según las disposiciones de la ley internacional, ayuda a definirla y a ella se remite»[8].

Sin embargo, fue en la homilía durante la Santa Misa celebrada en la Catedral de San Patricio –también en Nueva York- donde el Papa habló con más fuerza y con una profunda belleza sobre el tema en el que más se ha detenido a lo largo de éstos días: La Esposa de Cristo, La Iglesia:

«Estoy particularmente feliz que nos hayamos reunido en la catedral de San Patricio. Este lugar, quizás más que cualquier otro templo de Estados Unidos, es conocido y amado como "una casa de oración para todos los pueblos"[9]. Cada día miles de hombres, mujeres y niños entran por sus puertas y encuentran la paz dentro de sus muros. El Arzobispo John Hughes fue el promotor de la construcción de este venerable edificio; quiso erigirlo en puro estilo gótico. Quería que esta catedral recordase a la joven Iglesia en América la gran tradición espiritual de la que era heredera, y que la inspirase a llevar lo mejor de este patrimonio en la edificación del Cuerpo de Cristo en este país. Quisiera llamar vuestra atención sobre algunos aspectos de esta bellísima estructura, que me parece que puede servir como punto de partida para una reflexión sobre nuestras vocaciones particulares dentro de la unidad del Cuerpo místico.

»El primer aspecto se refiere a los ventanales con vidrieras historiadas que inundan el ambiente interior con una luz mística. Vistos desde fuera, estos ventanales parecen oscuros, recargados y hasta lúgubres. Pero cuando se entra en el templo, de improviso toman vida; al reflejar la luz que las atraviesa revelan todo su esplendor. Muchos escritores –aquí en América podemos recordar a Nathaniel Hawthorne- han usado la imagen de estas vidrieras historiada para ilustrar el misterio de la Iglesia misma[10]. Solamente desde dentro, desde la experiencia de fe y de vida eclesial, es como vemos a la Iglesia tal como es verdaderamente: llena de gracia, esplendorosa por su belleza, adornada por múltiples dones del Espíritu. Una consecuencia de esto es que nosotros, que vivimos la vida de gracia en la comunión de la Iglesia, estamos llamados a atraer dentro de este misterio de luz a toda la gente.

»No es un cometido fácil en un mundo que es propenso a mirar "desde fuera" a la Iglesia, igual que a aquellos ventanales: un mundo que siente profundamente una necesidad espiritual, pero que encuentra difícil "entrar en el" misterio de la Iglesia. También para algunos de nosotros, desde dentro, la luz de la fe puede amortiguarse por la rutina y el esplendor de la Iglesia puede ofuscarse por los pecados y las debilidades de sus miembros. La ofuscación puede originarse por los obstáculos encontrados en una sociedad que, a veces, parece haber olvidado a Dios e irritarse ante las exigencias más elementales de la moral cristiana. Vosotros, que habéis consagrado vuestra vida para dar testimonio del amor de Cristo y para la edificación de su Cuerpo, sabéis por vuestro contacto diario con el mundo que nos rodea, cuantas veces se siente la tentación de ceder a la frustración, a la desilusión e incluso al pesimismo sobre el futuro. En una palabra: no siempre es fácil ver la luz del Espíritu a nuestro alrededor, el esplendor del Señor resucitado que ilumina nuestra vida e infunde nueva esperanza en su victoria sobre el mundo[11].

»Como todas las catedrales góticas, tiene una estructura muy compleja, cuyas proporciones precisas y armoniosas simbolizan la unidad de la creación de Dios. Los artistas medievales a menudo representaban a Cristo, la Palabra creadora de Dios, como un "aparejador" celestial con el compás en mano, que ordena el cosmos con infinita sabiduría y determinación. Esta imagen, ¿no nos hace pensar quizás en la necesidad de ver todas las cosas con los ojos de la fe para, de este modo, poder comprenderlas en su perspectiva más auténtica, en la unidad del plan eterno de Dios? Esto requiere, como sabemos, una continua conversión y el esfuerzo de "renovarnos en el espíritu de nuestra mente"[12] para conseguir una mentalidad nueva y espiritual. Exige también el desarrollo de aquellas virtudes que hacen a cada uno de nosotros capaz de crecer en santidad y dar frutos espirituales en el propio estado de vida. Esta constante conversión "intelectual", ¿acaso no es tan necesaria como la conversión "moral" para nuestro crecimiento en la fe, para nuestro discernimiento de los signos de los tiempos y para nuestra aportación personal a la vida y misión de la Iglesia?

»Una de las grandes desilusiones que siguieron al Concilio Vaticano II, con su exhortación a un mayor compromiso en la misión de la Iglesia para el mundo, pienso que haya sido para todos nosotros la experiencia de división entre diferentes grupos, distintas generaciones y diversos miembros de la misma familia religiosa. ¡Podemos avanzar sólo si fijamos juntos nuestra mirada en Cristo! Con la luz de la fe descubriremos entonces la sabiduría y la fuerza necesarias para abrirnos hacia puntos de vista que no siempre coinciden del todo con nuestras ideas o nuestras suposiciones. Así podemos valorar los puntos de vista de otros, ya sean más jóvenes o más ancianos que nosotros, y escuchar por fin "lo que el Espíritu nos dice" a nosotros y a la Iglesia[13]. De este modo caminaremos juntos hacia la verdadera renovación espiritual que quería el Concilio, la única renovación que puede reforzar la Iglesia en la santidad y en la unidad indispensable para la proclamación eficaz del Evangelio en el mundo de hoy.

»La unidad de una catedral gótica, es sabido, no es la unidad estática de un templo clásico, sino una unidad nacida de la tensión dinámica de diferentes fuerzas que empujan la arquitectura hacia arriba, orientándola hacia el cielo. Aquí podemos ver también un símbolo de la unidad de la Iglesia que es - como nos ha dicho san Pablo - unidad de un cuerpo vivo compuesto por muchos elementos diferentes, cada uno con su propia función y su propia determinación. Aquí vemos también la necesidad de reconocer y respetar los dones de cada miembro del cuerpo como "manifestación del Espíritu para provecho común"[14]. Ciertamente, en la estructura de la Iglesia querida por Dios se ha de distinguir entre los dones jerárquicos y los carismáticos[15]. Pero precisamente la variedad y riqueza de las gracias concedidas por el Espíritu nos invitan constantemente a discernir cómo estos dones tienen que ser insertados correctamente en el servicio de la misión de la Iglesia. Vosotros, queridos sacerdotes, por medio de la ordenación sacramental, habéis sido conformados con Cristo, Cabeza del Cuerpo. Vosotros, queridos diáconos, habéis sido ordenados para el servicio de este Cuerpo. Vosotros, queridos religiosos y religiosas, tanto los contemplativos como los dedicados al apostolado, habéis consagrado vuestra vida a seguir al divino Maestro en el amor generoso y en plena fidelidad a su Evangelio. Todos vosotros que hoy llenáis esta catedral, así como vuestros hermanos y hermanas ancianos, enfermos o jubilados que ofrecen sus oraciones y sus sacrificios para vuestro trabajo, estáis llamados a ser fuerzas de unidad dentro del Cuerpo de Cristo. A través de vuestro testimonio personal y de vuestra fidelidad al ministerio o al apostolado que se os ha confiado preparáis el camino al Espíritu. Ya que el Espíritu nunca deja de derramar sus abundantes dones, suscitar nuevas vocaciones y nuevas misiones, y de dirigir a la Iglesia (…) hacia la verdad plena[16].

»En esta Celebración eucarística queremos dar gracias al Señor porque nos permite reconocerlo en la comunión de la Iglesia y colaborar con Él, edificando su Cuerpo místico y llevando su palabra salvadora como buena nueva a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Y después, cuando salgamos de este gran templo, caminemos como mensajeros de la esperanza en medio de esta ciudad y en todos aquellos lugares donde nos ha puesto la gracia de Dios. De este modo la Iglesia en América conocerá una nueva primavera en el Espíritu e indicará el camino hacia aquella otra ciudad más grande, la nueva Jerusalén, cuya luz es el Cordero (cf. Ap 21,23). Por esto Dios está preparando también ahora un banquete de alegría y de vida infinitas para todos los pueblos. Amén[17].

En fin, que en cada uno de los encuentros que mantuvo a lo largo de éstos días –con los educadores católicos (17 de abril de 2008), con los representantes de otras religiones en el Pope John Paul II Cultural Center de Washington (17 de abril), con los representantes de la comunidad judía de Washington, con el personal de las Naciones Unidas (18 de abril de 2008), con los representantes de la comunidad judía de Nueva York (18 de abril), con los jóvenes minusválidos y más tarde con seminaristas en el Seminario de San José de Nueva York (19 de abril) y con los que lo seguimos a través de la televisión o la red- el Papa tuvo palabra de aliento y alegría, de fe, esperanza y caridad.

En su último día en los Estados Unidos el Papa fue a la Zona Cero, el cráter desde el que se elevaban las Torres Gemelas abatidas el 11 de septiembre de 2001, allí estuvo con algunos a sobrevivientes. Para cada uno tuvo palabras de aliento. En aquellos momentos sólo se escucharon el viento y los obturadores de las cámaras fotográficas, y después la voz del Papa y ésta maravillosa oración:

¡Oh Dios de amor, compasión y salvación!
¡Míranos, gente de diferentes creencias y tradiciones,
reunidos hoy en este lugar,
escenario de violencia y dolor increíbles.

Te pedimos que por tu bondad
concedas la luz y la paz eternas
a todos los que murieron aquí—
a los que heroicamente acudieron los primeros,
nuestros bomberos, policías,
servicios de emergencia y las autoridades del puerto,
y a todos los hombres y mujeres inocentes
que fueron víctimas de esta tragedia
simplemente porque vinieron aquí para cumplir con su deber
el 11 de septiembre de 2001.

Te pedimos que tengas compasión
y alivies las penas de aquellos que,
por estar presentes aquí ese día,
hoy están heridos o enfermos.
Alivia también el dolor de las familias que todavía sufren
y de todos los que han perdido a sus seres queridos en esta tragedia.
Dales fortaleza para seguir viviendo con valentía y esperanza.

También tenemos presentes
a cuantos murieron, resultaron heridos o sufrieron pérdidas
ese mismo día en el Pentágono y en Shanskville, Pennsylvania.
Nuestros corazones se unen a los suyos,
mientras nuestras oraciones abrazan su dolor y sufrimiento.

Dios de la paz, concede tu paz a nuestro violento mundo:
paz en los corazones de todos los hombres y mujeres
y paz entre las naciones de la tierra.
Lleva por tu senda del amor
a aquellos cuyas mentes y corazones
están nublados por el odio.

Dios de comprensión,
abrumados por la magnitud de esta tragedia,
buscamos tu luz y tu guía
cuando nos enfrentamos con hechos tan terribles como éste.
Haz que aquellos cuyas vidas fueron salvadas
vivan de manera que las vidas perdidas aquí
no lo hayan sido en vano.
Confórtanos y consuélanos,
fortalécenos en la esperanza,
y danos la sabiduría y el coraje
para trabajar incansablemente por un mundo
en el que la verdadera paz y el amor
reinen entre las naciones y en los corazones de todos.

En pocas palabras: el Papa nos habló a lo largo de éstos días del triunfo de la verdad sobre el relativismo moral, de la responsabilidad de las naciones ricas en la atención de los pobres, pero sobre todo nos invitó a tener una esperanza grande y viva en la persona de Jesucristo. Definitivamente el Papa no vino a los Estados Unidos para hacer declaraciones políticas provocativas; habló de mantener unidas a las familias de los inmigrantes, pero sin hacer planteamientos políticos específicos, y se pronunció por la paz, sin hacer una sola mención a la guerra en Irak.

Para algunos ésta visita será más recordada por sus comentarios sobre la vergüenza de la Iglesia católica por los abusos sexuales de sacerdotes; otros dudan que la visita del sucesor de Pedro pueda revertir las complicaciones del catolicismo en Estados Unidos –la menor asistencia a misas, la escasez de sacerdotes, el retiro creciente de feligreses y las dificultades para atender a la población hispana en crecimiento- para la mayoría, sin embargo, quedan en nuestra memoria y en nuestro corazón las palabras de Isaías: qué hermosos son sobre los montes los pies del Mensajero que anuncia la Paz
[18], unos pies que llevan zapatos rojos, el color de la sangre de los mártires, pero sobre todo el color del Espíritu Santo ■

[1] Distintos enlaces pueden consultarse en la página de la Conferencia Episcopal Norteamericana: www.usccb.org y en la página especialmente creada para el viaje del Santo Padre: www.uspapalvisit.org/
[2] Texto preparado para el VI Domingo del Tiempo Ordinario.
[3] http://www.nationalshrine.com
[4] Cfr Spe salvi, 31
[5] El texto completo puede consultarse en:
www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2008/april/documents/hf_ben-xvi_spe_20080416_bishops-usa_sp.html
[6] Cfr Mc 10,14
[7]www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/homilies/2008/documents/hf_ben-xvi_hom_20080417_washington-stadium_sp.html
[8] www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2008/april/documents/hf_ben-xvi_spe_20080418_un-visit_sp.html
[9] Cfr Is 56,7; Mc 11,17
[10] El Papa se refiere a
[11]Cfr Jn 16,33
[12] Cfr Efe 4, 23.
[13] Cfr Ap 2, 7
[14] 1 Co 12,7
[15] Cfr Lumen gentium, 4
[16] Cfr Jn 16, 13.
[17] www.zenit.org/article-27009?l=spanish
[18] 52, 7.

Quam pulchri super montes pedes annuntiantis,
praedicantis pacem, annuntiantis bonum,
praedicantis salutem, dicentis Sion:
"Regnavit Deus tuus!"
Is 52, 5

V Domingo de Pascua

Sin duda somos muchos los que a lo largo de éstos días hemos acompañado espiritualmente al Papa Benedicto XVI en su visita a éste país[1]. Ahora mismo está a punto de iniciar la Misa en el Yankee Stadium de New York con la que finaliza su viaje apostólico[2]. Nos unimos, pues a las intenciones del Papa y de los obispos americanos y le pedimos a nuestro Señor de manera especial por nuestro Arzobispo, Mons. Gómez, y su nuevo obispo auxiliar, el P. Oscar Cantú que será consagrado obispo aquí en la Arquidiócesis el próximo dos de junio[3].

Acabamos de escuchar la voz del Señor en el evangelio diciéndole a Tomás que él mismo es la Verdad[4].

La verdad va siempre muy de la mano con el buen humor, con la cortesía, con la amabilidad. O por lo menos así debería ser.

Hemos de aprender que todo, absolutamente todo, puede decirse con claridad y cortesía. La razón expuesta con malos modos no convence. Nunca. Sino que enfurece. Nadie es infalible. Todas las cosas las sabemos entre todos. Todos necesitamos de indulgencia, y el que no la otorga a los demás, difícilmente la encontrará para sí mismo.

Una de las ideas más claras del Papa Juan XXIII –y en en el fondo es una idea que atraviesa todo el Concilio Vaticano II- es esa de que es tan importante el modo en que se dice la verdad, como la verdad misma.

Puede asegurarse que de cada diez veces que una verdad es rechazada, tal vez dos o tres sea porque quien la recibe no quiere escucharla, pero ocho al menos es porque quien la dice trata de imponerla a la fuerza, o de manejarla sin el suficiente amor.

[Y es que] Una verdad tiene que encontrar el momento para ser dicha, el tono en que debe ser dicha, el tiempo necesario para dejarla que madure en el alma del que oye, y siempre una sonrisa que sirva de introducción.

Si lo que queremos con nuestras razones es aplastar, imponer, demostrar qué listos somos, ¿Qué esperanza tendremos de que alguien nos abra las puertas de su comprensión?

La verdad, además, va siempre acompañada dos sentidos: el sentido común y el sentido del humor.

Le preguntaron al Papa hace poco sobre el sentido del humor, y respondió «personalmente creo que Dios tiene un gran sentido del humor. Él es el Sentido del Humor, con mayúscula. A veces nos da un empujón y nos dice “¡No te des tanta importancia, hombre!”.

En realidad, el buen humor es un componente de la alegría de la creación. En muchas ocasiones de nuestra vida se nota que Dios también nos quiere impulsar a ser un poco más ligeros; a percibir la alegría; a descender de nuestro pedestal y a no olvidar el gusto por lo divertido».

Nuestro Dios insistirá siempre en que gritemos menos, en que no juguemos al cascarrabias o al berrinche, a que digamos la verdad con claridad y cortesía, buscando el momento adecuado para decirla, usando el tono correcto, esperando el tiempo que haga falta para que germine en quien nos escucha y sonriendo antes y después.

El Papa –que no ha parado de sonreír desde que bajo del avión que lo trajo a los Estados Unidos- decía el pasado miércoles en su discurso en la Casa Blanca: «(…) confío que los americanos y todos aquellos que viven en ésta país encuentren en sus creencias religiosas una fuente preciosa de discernimiento y una inspiración para buscar un diálogo razonable, responsable y respetuoso en el esfuerzo de edificar una sociedad más humana y más libre»[5].


[1] Homilía pronunciada el 20.IV.2008, V Domingo del Tiempo de Pascua, en St. Matthew, en San Antonio (Texas).
[2] http://www.uspapalvisit.org/
[3] http://www.archdiosa.org
[4] Cfr Jn 14, 6-9.
[5] http://www.zenit.org/article-26962?l=spanish

Fifth Sunday of Easter

The second reading for today from the First Letter of Peter contains some of the most reassuring verses in Scripture. Today we are called living cornerstones of the Church, built into a holy priesthood[1]. We are called a chosen race, a royal priesthood, a consecrated nation, a people the Lord claims for his own to proclaim the glorious works of the one who called us out of darkness into his marvelous light.[2]

We are precious in the eyes of the Lord. We are invaluable. We are cherished. We are highly esteemed. We are really loved.

Why? Does God love us so much because of something or other that we have done? Why are we so precious? He loves us for whom we are unique reflections of His love in the world. He loves us because he sees in each of us the love He has for his Son, Jesus. He loves us because each of us carries on the life of Jesus in the world.

Jesus is the rock that has been rejected by the world but has become the cornerstone of the New World[3]. We are the living cornerstones. The Church is the building of the spirit of God. Jesus is the great high priest who was rejected by the status quo and thrown out of the Temple, crucified outside the city. We are the holy priesthood, people carrying on the priestly presence of the Lord making God present to others and others present to God. Jesus is the Light for the World, the one who dispels the darkness of sin. We are the light of the world. Those who are called to bring hope and light to a world living in fear and darkness.

We are precious to God because He sees his Son at work in us.

Therefore, we have to be aware and attune to our dignity as children of God. We have to treat ourselves and each other with the respect a child of God deserves. There are many times that we are tempted to go along with a philosophy of life that treasures actions that are in themselves self destructive.

We are precious to the Lord. We carry the image of his Son within us and among us. We have to hold our heads up through the muck of society. We have to have enough self respect to avoid degrading ourselves by giving in to what everyone else says is acceptable in this modern day but what we know is unacceptable in any day.

In his address in Washington at the White House, Pope Benedict XVI says: «Freedom is not only a gift, but also a summons to personal responsibility. Americans know this from experience –almost every town in this country has its monuments honoring those who sacrificed their lives in defense of freedom, both at home and abroad. The preservation of freedom calls for the cultivation of virtue, self-discipline, sacrifice for the common good and a sense of responsibility towards the less fortunate. It also demands the courage to engage in civic life and to bring one’s deepest beliefs and values to reasoned public debate. In a word, freedom is ever new. It is a challenge held out to each generation, and it must constantly be won over for the cause of good[4]. Few have understood this as clearly as the late Pope John Paul II. In reflecting on the spiritual victory of freedom over totalitarianism in his native Poland and in eastern Europe, he reminded us that history shows, time and again, that "in a world without truth, freedom loses its foundation", and a democracy without values can lose its very soul[5]. Those prophetic words in some sense echo the conviction of President Washington, expressed in his Farewell Address, that religion and morality represent "indispensable supports" of political prosperity»[6].

We have to stand tall with the Lord. For we are the Church, we are the royal priesthood; we are the people whom God has chosen to bring light to all who live in darkness.

May the choices we make in life be only those that reflect the dignity we have been gifted with by the Lord of life.

[1] Sunday 20th April, 2008, 5th Sunday of Easter. Readings: Acts 6:1-7. Lord, let your mercy be on us, as we place our trust in you—Ps 32(33):1-2, 4-5, 18-19. 1 Peter 2:4-9. John 14:1-12.
[2] 1 Pe 2: 9.
[3] Cfr Psalm 118:22.
[4] Cfr Spe Salvi, 24
[5] Cfr Centesimus Annus, 46
[6] http://www.zenit.org/article-22307?l=english

Ilustration: The first scene in the chronological order of the narrative, The Separation of Light from Darkness, is depicted in the centre of the vault of the ninth bay. The beginning of the Creation is marked by the figure of God, seen from below, as he launches himself into infinite space with his arms raised, allowing spirals of light to sweep aside the darkness. The poses of the four ignudi are very different from each other, without any attempt being made to obtain an effect of symmetry. Thus, the one above Jeremiah at the left, with a classical profile and a meditative attitude, contrasts sharply with the ungainly movement of the one the right, who laden with foliage and acorns, is throwing himself forward, his face in the shadow. On the opposite side, the two figures bend toward the centre, but with their torsos heads rotating in opposite directions with clearly distinct movements, splendidly rendered thanks to the artist's skilled use of perspective. Above the cornices, the four ignudi bear medallions representing the Elijah ascending to Heaven on the Chariot of Fire (at left) and the Sacrifice of Isaac (at right).
Michelangelo Buonarroti, Separation of Light from Darkness (with ignudi and medallions)(1511), FrescoCappella Sistina (Vatican).

BENEDICT XVI

CHRIST OUR HOPE

APOSTOLIC JOURNEY TO THE UNITED STATES 2008

IV Domingo de Pascua

El próximo martes comienza el primer viaje apostólico del Papa a los Estados Unidos. Hoy que celebramos el Domingo del Buen Pastor[1] seguramente a nuestro Señor no le importará que centremos un poco más la atención en el Papa, al fin y al cabo es Su representante, Su vicario; justo por eso es que le llamamos Santo Padre o Su Santidad[2].

Se cuentan ya por cientos los textos en los que Benedicto XVI habla de las relaciones entre Dios y los hombres. En Fe, verdad y tolerancia. El cristianismo y las religiones del mundo…afirma «¿En dónde consta que el tema de la salvación debe asociarse únicamente con las religiones? ¿No habría que abordarlo, de manera mucho más diferenciada, a partir de la totalidad de la existencia humana? ¿Y no debe seguir guiándonos siempre el supremo respeto hacia el misterio de la acción de Dios? ¿Tendremos que inventar necesariamente una teoría acerca de cómo Dios es capaz de salvar, sin perjudicar en nada la singularidad única de Cristo?»[3].

Es a través de la vocación, es decir, del camino personal por el que cada uno se salva (salvación entendida como madurez hacia el amor), como el hombre va configurando su vida y su felicidad, eso que el Papa llama «la totalidad de la existencia humana». No es cuando hay crisis y caídas que se deja el arado o se pierde la fe[4]. No. Es cuando se deja de ser quién de verdad se debe de ser cuando empieza la verdadera tragedia de la vida.

Para realizarse en la propia vocación –la que sea, la que haya recibido cada uno- se necesita tiempo, el tiempo también es gracia: y con el tiempo llega el conocimiento personal: saber quién soy, como soy, aceptarme, quererme en lo bueno y en lo malo, y darme al mundo. A partir de allí se va caminando. Al que le vaya bien con los Terciarios Capuletos de Nuestra Señora del Sentido Común (ésta Orden me la acabo de inventar para no herir susceptibilidades) pues perfecto, al que no, pues también. Al que le ha tocado vivir en el Islam, pues lo mismo.

«Por ejemplo –sigue diciendo el Papa- hoy en día contemplamos diversas maneras en las que se puede vivir el Islam: formas destructoras y formas en los que podemos reconocer cierta cercanía el misterio de Cristo. ¿Podrá y tendrá el hombre que arreglárselas simplemente con la forma que encuentre ante sí, por la forma que en que se practica en su entorno la religión que le ha correspondido? ¿O acaso no tendrá que ser una persona que tiende a la purificación de su conciencia y que –al menos eso- va así en pos de las formas más puras de su religión»[5].

Como cristianos no podemos ir cortando cabezas cuando alguien no comparte nuestras convicciones o creencias; o cuando vemos que aquel duda y el de más allá desfallece. Tampoco movernos en el mundo de la mera justicia, ligada a la medida, pues Dios no debe nada a nadie, y aunque hagamos sacrificios increíbles y admirables por Él sus recompensas siguen siendo gratuitas y generosas.

No podemos ser como aquellos de la parábola del obrero de la undécima hora: los contratados por la mañana hablan con el lenguaje de la justicia –exigen equivalencia entre trabajo y salario: A éstos últimos que han trabajado sólo una hora le das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del día y del calor?”. Porque me sale de las ganas, podría haber contestado el dueño de la mies (y yo mismo, por ejemplo); pero aquel hombre es más fino, más educado, y contesta: ¿Es que vas a ver con malos ojos que yo sea bueno?[6].

No hace mucho le preguntaron al Papa en una entrevista si conoce a su ángel de la guarda, y contestó: «No. Yo me siento tan remitido a Dios, que aunque estoy agradecido por creer en el ángel de la guarda, me comunico directamente con Dios mismo. Para otras personas supone una certeza muy consoladora. Lo importante es no detenerse allí, sino dejarse conducir de verdad a Dios, y que la auténtica meta de la comunicación siga siendo siempre Dios mismo».

Mucho tenemos todavía que aprender aún en nuestras relaciones con nuestro Dios. El Papa, que camina delante de muchos de nosotros en edad y en sabiduría, tiene muchas cosas qué decirnos. Como sacerdote, como Obispo y actualmente como Pontífice posee un conocimiento especialmente claro y luminoso de la humanidad y del Creador. Abramos sinceramente el corazón y la inteligencia para escuchar sus palabras, que nos remitirán desde luego a la Palabra de Dios. Y acompañémosle a lo largo de los siguientes días con nuestro cariño y nuestra oración como hijos de la Iglesia, Madre y Maestra ■

[1] 16.IV.2008, IV Domingo de Pascua, Domingo del Buen Pastor.
[2] La Conferencia Episcopal de los Estados Unidos –United States Conference of Catholic Bishops- tiene preparada una página para seguir día a día el viaje apostólico del Papa, basta con hacer click en www.uspapalvisit.org/
[3] www.zenit.org/article-10202?l=spanish
[4] Cfr Lc 9, 62.
[5] P. 48, Ediciones Sígueme. Salamanca, 2005
[6] Cfr Mt 20, 1-16.


Ilustración: Yu Jiade, El Buen Pastor.

Fourth Sunday of Easter

Probably some of you at this moment are thinking: what can shepherding teach us about God and our relationship with him? Well, at the end of each day the shepherd brought his sheep into shelter. They knew the voice of their shepherd and came at his beckoning[1].

So familiar was the shepherd and his sheep, that each was called by a distinct name. In the winter the sheep were usually brought to a shelter which was locked. In the summer months the sheep were usually kept out in the fields and then gathered into a fold at night which was guarded by a shepherd throughout the night. He was literally the door through which the sheep had to pass.

The scriptures describe God as a shepherd who brings security and peace to his people. The Lord will keep your going out and your coming in from this time forth and for evermore[2]. Just as the shepherd gives direction and protection to the sheep, the Lord gives direction and protection to his people.

Life is too difficult to attempt to make it through safely alone. We need direction. We need protection, in one just one word: We need Jesus Christ. We call ourselves Christians because we are followers of the Lord, but we are also Christians because the Lord follows after us, helping us to get into line, protecting us from the elements of life that would destroy us.

The problem that we all have is that we think that we are invincible. And this is not true. We are dependent upon the Lord. That's why we pray every day. That's why we come to Church every week. That's why we receive the Eucharist. His is the strength that gives meaning, purpose and direction to our lives. He is the sheep gate who protects us. He is the shepherd who leads us.

As you know, our Holy Father will address the United Nations and visit New York. The media will cover his visit, including the Masses he will celebrate. I don't know yet what Pope Benedict will say to our country, but I do know this: His message will be the same as his earliest predecessor. We heard it today in the first reading: Repent and be baptized, every one of you, in the name of Jesus Christ for the forgiveness of your sins[3].

Like St. Peter, Pope Benedict will call us to turn away from sin – those ways of thinking and acting that separate us from God and each other. And he will invite us to open the door –by prayer and the sacraments to enter a personal relationship with our Lord Jesus Christ. Let us pray for him, for the success of his apostolic trip, and to love God and the Church with a generous and big heart.

[1] Sunday 13th April, 2008, 4th Sunday of Easter. [St Martin]. Readings: Acts 2:14, 36-41. The Lord is my shepherd; there is nothing I shall want. Ps 22(23):1-6. 1 Peter 2:20-25. John 10:1-10.
[2] Psalm 120:8
[3] Acts 2: 38.




Ilustration: The good shepherd , Galla Placidia Mausoleum.


The Mausoleum of Galla Placidia is a highly important Byzantine mausoleum in Ravenna, Italy Built in 425-430 AD, the structure is designed in the shape of a Greek cross, and has a cupola that is entirely in mosaics, representing eight apostles and symbolical figures of doves drinking from a vessel. The other four apostles are represented on the vaults of the transverse arm; over the door is a representation of Jesus Christ as the Good Shepherd, young, beardless, with flowing hair, and surrounded by sheep; opposite, there is a subject that is interpreted as representing Saint Lawrence. Thin, translucent panels of stone admit light into the structure through the windows. The building (formerly the oratory of a wider church of the Holy Cross) contains three sarcophagi; the largest is said to have been that of Galla Placidia, and that her embalmed body was deposited there in a sitting position, clothed with the imperial mantle; in 1577, however, the contents of the sarcophagus were accidentally burned. The sarcophagus to the right is attributed to Emperor Valentinian III or to Galla Placidia's brother, Emperor Honorius. The one on the left is attributed to Galla Placidia's husband, Emperor Constantius III.

POPE BENEDICT XVI

CHRIST OUR HOPE

APOSTOLIC JOURNEY TO THE UNITED STATES 2008

III Domingo de Pascua

La pregunta que el Señor hace a aquellos dos que caminan hacia Emaús la tarde del domingo, bien podría hacérnosla a cada uno de nosotros ahora mismo: ¿De qué cosas vienen hablando tan llenos de tristeza?[1]. Por decirlo en palabras más modernas aquellos dos hombres estaban deprimidos, estresados. Y ésa depresión, o tristeza o amargura que llevan en el corazón por lo vivido es lo que les impide reconocer a Jesús[2].

Y de la misma manera que Tomás, en medio de sus hermanos y sostenido por ellos y con la ayuda de la gracia reconoció a Jesús como su Dios y Señor[3], a éstos dos les hará falta que Jesús les explique el sentido de las Escrituras y que lo vean partir el pan –como sólo Él sabía hacerlo- para que comprendan y entonces y sólo entonces sus ojos se abran y lo reconozcan.

Para los que creemos en Cristo y decimos profesar la fe católica; para cada uno de los que nos encontramos hoy aquí, la manera más fundamental que tenemos para conocer a Jesús y vivir cerca de Él es la lectura de la Sagrada Escritura y la celebración de la Eucaristía. No hay más. Así de fácil, así de sencillo. Puede haber otros cientos de actividades espirituales, pero si faltan éstas dos, la vida espiritual es débil y sin duda pronto caerá en la superficialidad, o peor aún en la superstición.

Si en nuestra vida hay tristeza, o angustia, o amargura o incluso soledad, es porque falta la presencia del Señor. Cuando Él está de verdad, cuando se vive lealmente junto a Él, ni la tristeza, ni la angustia, ni la amargura llegan. Y todos lo sabemos.

Todo esto no significa que Jesús nos quiera impecables. No. Él sabe bien –es el principal motivo de su Encarnación- que formamos parte de la condición humana, y que las faltas y debilidades nos habrán de acompañar hasta el último de nuestros días. Lo único que nos pide que es que reconozcamos humildemente –porque además nos lo dice expresamente en el evangelio- que sin Él no podemos hacer nada[4], y que sólo en Él tienen solución y explicación todas y cada una de las cosas que suceden en nuestra vida: lo más bajo y trivial, lo más elevado y majestuoso, lo empírico y lo divino, lo más flotante e impreciso y lo más firme y estable, lo superficial y lo más real y absoluto[5]. Todo.

San Agustín, que había experimentado mucho todas éstas cosas y que durante años buscó a Dios, lo expresa de manera admirable cuando escribe sus Confesiones: Dios mío (…) tú estabas dentro de mí y yo afuera y así por fuera te buscaba y, deforme como era, me lanzaba sobre esas cosas hermosas que Tú creaste. Tú estabas conmigo pero yo no estaba contigo. Me llamaste y clamaste y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré y ahora te anhelo; gusté de Ti y ahora siento hambre y sed de Ti. ¡Ay de mí, Señor! ¡Ten misericordia de mí! Yo no te oculto mis llagas. Tú eres médico y yo estoy enfermo; Tú eres misericordioso y yo soy miserable. Toda mi esperanza estriba en tu muy grande misericordia. Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras[6].

Un propósito sencillo y claro para éste tercer domingo del tiempo de Pascua podría ser el pedirle sinceramente al Espíritu de Dios que nos llene de amor hacia ésas dos fuentes del conocimiento de Jesucristo: La Sagrada Escritura y la Eucaristía. Que nos ayude a leer y escuchar con atención y cariño, y a participar de la mesa del Señor con agradecimiento y amor, con la firme certeza de que de la misma manera que hizo con los discípulos de Emaús será el mismo quien nos explicará las Escrituras y partirá para nosotros el pan[7].

[1] Lc 24, 13.
[2] Homilía pronunciada el 6.IV.2008, en la parroquia de St. Matthew, en San Antonio (Texas), III Domingo del Tiempo de Pascua.
[3] Cfr Jn 20, 19-31.
[4] Cfr Jn 15, 5.
[5] J. Morales, La experiencia de Dios, Rialp, Madrid 2007, p. 12
[6] S. Agustin, Confesiones, X, 26. 37. las obras completas de San Agustin en una excelente traducción pueden encontrarse en: http://www.augustinus.it/spagnolo/index.htm
[7] Misal Romano, Plegaria Eucarística V.

Ilustración: Jean-Louis Forain, La Cena de Emaús (1912-1913), Rosenwald Collection

Third Sunday of Easter


This Sunday’s gospel presents us with two disciples of the Lord who were trying to make sense out of the shocking events that took place in Jerusalem. They were in a quandary over the Lord’s death. They had been convinced that He was the Messiah, but how could the Messiah suffer like Jesus suffered? Nor could they make sense out of the report that Jesus had risen from the dead. They could not decipher what all this meant to them. In fact, they were having difficulty understanding anything about life[1].

We are no different than they were. We have difficulty understanding life. What is the meaning of all the non-stop activity of our lives? Why do we scurry about trying to accomplish so much and then often end up accomplishing little other than exhausting ourselves? How do I, how do you, deal with suffering and even death? What sense can be made of our brief existence on earth?

John Paul II, during his life said many times that it is only in the Mystery of Christ that the Mystery of Man finds its meaning. Jesus became one with us so that we might become one with Him. The activity of our lives, from writing theological dissertations, to shopping for food, to coaching teams, to changing the baby’s diapers and everything in between, all have profound meaning when they are performed with the sacrificial love of Jesus Christ. These same activities are meaningless when they are just done because they have to be done. When Jesus becomes the beginning and end of our activity, every action of our lives is a prayer. This includes suffering.

In his homily for Pope John Paul II’s funeral, Cardinal Ratzinger, the present Pope Benedict XVI, quoted John Paul II’s last book, Memory and Identity: "In sacrificing himself for us all, Christ gave a new meaning to suffering, opening up a new dimension, a new order: the order of love ... It is this suffering which burns and consumes evil with the flame of love and draws forth even from sin a great flowering of good". The Cardinal then added: “Impelled by this vision, the Pope suffered and loved in communion with Christ, and that is why the message of his suffering and his silence proved so eloquent and so fruitful”[2]

The disciples on the road to Emmaus could not understand what happened to Jesus or why it happened until they were brought into an understanding of Scripture. Once the disciples were brought to a deeper understanding of the Bible, the events of the week before began to make sense to them. Once Peter and the other disciples who had hidden from the Temple Leaders on Good Friday came to an understanding of the suffering of the Messiah, they were no longer destroyed by the fear of suffering in their own lives. The Word of God did it. Again, “It is only in the Mystery of Christ that the Mystery of Man takes its meaning”[3].

Throughout our lives we are drawn to ever deeper experiences of the Word of God in Scripture and Eucharist. Every year might seem to be the same. Perhaps, we begin the liturgical celebrations of Advent and Christmas, Lent and Easter with the feeling, “Here we go again.” But every year brings a new and deeper understanding of the Word of God. And with this understanding of the Word of God comes a new and deeper understanding of ourselves, of the mystery of our lives.

The mystery of our lives will not be completely solved until after our deaths when we see God face to face. But we can approach the solution, we can take the steps to find meaning in existence through our union with Jesus in Word and in Eucharist. And then our hearts also will burn with joy as we savor the presence of Jesus in our lives.

[1] Sunday 6th April, 2008, 3rd Sunday of Easter. Readings: Acts 2:14, 22-33. Lord, you will show us the path of life—Ps 15(16):1-2, 5, 7-11. 1 Peter 1:17-21. Luke 24:13‑35.
[2] http://www.vatican.va/gpII/documents/homily-card-ratzinger_20050408_en.html
[3] Gaudium et Spes, 22.

Ilustration: REMBRANDT Harmenszoon van Rijn, Supper at Emmaus (1648), Oil on canvas, 42 x 60 cm, Musée du Louvre, Paris.

Probably the most humble and humane of all of Rembrandt's depictions of Christ may be found in his Christ at Emmaus, now hanging in the Louvre Museum in Paris. Here he gave Christ the face of a modest servant of mankind, filled with the goodness and grace that had for him become a reality in his faith in Christ. In this, Rembrandt became truly an artist of "free" expression. Centuries before the Russian philosopher and poet, Osip Mandlestam, Rembrandt seemed to have hit upon a similar realization- -that an artist could be made free because of his faith. Somehow the redemptive act of Christ freed the artist from, what Mandlestam referred to in his letter to the composer Scirabin, "necessity." We might rephrase this, by saying that Rembrandt had discovered the freedom of forgiveness.

Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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